Wednesday, February 19, 2014

12 Years a Slave: Solomon Northup y la esclavitud en retrospectiva






Por: Ricardo A. Serrano Denis

      Hijo de un esclavo libre. Tal fue la condición de vida de Solomon Northup, hijo de un esclavo libre. La frase parece suscribirse a una idea cruel basada en la suerte. O naces hijo o hija de un esclavo libre, o naces hijo o hija de un esclavo. Todo concepto de libertad, para la población negra de los Estados Unidos en el siglo XIX, parecía recaer en caprichos de buena o mala fortuna. La suerte, entonces, se tornó geográfica en los Estados Unidos del siglo XIX. El Norte estadounidense practicaba una filosofía anti-esclavista problemática, ya que no todo norteño pensaba que el gobierno debía intervenir en los asuntos económicos del Sur. Incluso, el Norte prefería una relación indirecta con el gobierno, delegando por niveles bajos de intervención en el desarrollo de la economía en general. El Norte, a su propia manera, era señalado como engendrador de su propia clase de esclavitud: la del trabajador industrial. Hombre que laboraba en fábricas, moviendo máquinas y empacando mercancía que apenas podía costear.

      El Sur, entonces, se convirtió en el villano de la historia. Esclavista y conservador, el Sur sufrió de muy poca aceptación entre estados dados a la industria ya que suponían una alternativa rudimentaria al capitalismo, una expresión menor. Su carácter conservador mantenía concepciones raciales anticuadas que mantuvieron a miles de hombre y mujeres de tez negra bajo el régimen de la labor forzada. Este es el contexto en el cual se inserta Solomon Northup.




      Proveniente de Nueva York, Northup era un violinista y un granjero de familia con propiedades. Era cercano a ser un ciudadano más entre muchos que no pesaban el valor de su persona dado su color de piel. Nueva York era bastante progresivo en asuntos raciales. Quizás de forma forzada ya que la ciudad de Nueva York nació de una diversidad humana potente que gravitó al área donde se encuentra la ciudad por necesidad, su cultura portuaria responsable por la gravedad de su heterogeneidad.

      En 1841, Northup fue solicitado como violinista por un dúo de músicos de camino a Washington D.C. para seguir su gira musical. Pero los músicos resultaron ser esclavistas en búsqueda de mercancía. Los músicos endrogaron a Northup en D.C. y lo vendieron como esclavo. Fue enviado a New Orleans como mercancía humana donde fue comprado por un dueño de plantación en la región de Red River en Luisiana. Solomon Northup fue esclavo por 12 años. Northup intentó escapar, intentó contactar a su familia por cartas y hasta arriesgó su vida clamando por la simpatía de hombres de influencia en el Sur con la esperanza de que se apiadaran de él y abogaran por su caso de venta como uno ilegal. En efecto lo era. La ley mantenía que ningún hombre negro documentado como libre podía ser esclavizado. Pero los prejuicios de la época y las paradojas del momento aun en el Norte hicieron posible doce años de esclavitud para un hombre libre.

     Northup logró regresar a su familia de forma legal, rescatado por funcionarios del gobierno de Nueva York que abogaron por su caso. Todos eran blancos. Northup pasó a ser una voz paradigmática en la lucha contra la esclavitud y publicó su historia para que futuras generaciones no olvidaran las crueldades infrahumanas de la esclavitud. Bajo otro juego de suerte, en este caso echada en contra de Northup, Harriet Beecher Stowe ya había publicado Uncle Tom’s Cabin, en 1852 (un año antes que la narración de Northup). El libro pasó a ser la narración más leída sobre la esclavitud y hasta eclipsó las memorias de Northup, 12 Years a Slave, que vinieron un año después. Añadiendo sal a la herida, la novela de Stowe era basada en personajes creados por ella. La narración de Northup es verídica y basada en él. Pero fue Uncle Tom’s Cabin el libro que, según Will Kaufman, “sentó las bases de la Guerra Civil”.



      12 Years a Slave se convirtió en una película, estrenada en el 2013. Ha sido nominada para varios premios aparte de los que ya ha ganado. El filme presenta imágenes ya conocidas sobre el trato injusto hacia los esclavos y la mentalidad conservadora del momento que se convirtió en metáfora casi absoluta de la maldad. Madres separadas de hijos comprados por esclavistas, secuencias de latigazos por no cumplir las labores del día a niveles requeridos de casi perfección y tensiones sexuales entre esclavistas y sus esclavas componen la experiencia cinematográfica. Hacen de la esclavitud una memoria entretejida con la identidad de la nación, de su proceso de crecimiento y madurez. Pero más interesante aun, mantienen que las ideas que dieron forma a esa industria permanecen y contemplan la maleabilidad del racismo, su capacidad para adaptarse y seguir relevante como pensamiento.

     La historia de Northup no es de gran conocimiento. No se ha insertado en la cultura popular de la nación. No es de conocimiento común y el filme no parece ser lo impactante que pudo haber sido para la promulgación de sus memorias. Quizás es un caso muy extraño. Muy inusual para ser entendido fuera de lo que conocemos como justicia o derecho humano. Quizás da muy cerca a las heridas cuyo dolor la nación ha intentado suprimir. En todo caso, la historia de Solomon Northup invita a re-contemplar las industria de la esclavitud como una más siniestra de lo ya pensada. Y quizás es en esa contemplación donde nos debemos preguntar en qué medida debemos seguir recordando la esclavitud, y si en efecto es simplemente una memoria lejana o el recuento de un proceso que aún persiste, adaptándose a nuestros tiempos bajo otros pretextos.