Wednesday, March 5, 2014

El héroe post-9/11: Ex Machina, superhéroes sin capas y el lamento por la caída de las Torres Gemelas



Por: Ricardo A. Serrano Denis

     Todo evento traumático conlleva un periodo de lamentación, de luto y de confusión. Cuando las Torres Gemelas cayeron el 11 de septiembre de 2001 el lamento fue inmediato y vino acompañado de interrogantes dirigidas al porqué del ataque. Una de las preguntas más interesantes que nació de ese lamento, que también surgió tras el ataque japonés a Pearl Harbor, fue el siguiente: ¿cómo se permitió que esto ocurriera? La pregunta sugiere una acusación de negligencia militar. Estados Unidos tenía la tecnología, la malicia, para contrarrestar no solo ese ataque pero cualquier otro que se dirigiera contra la nación. Sin entrar en mucho detalle, la respuesta más o menos corrió por antiguas avenidas discursivas de guerras pasadas. Estados Unidos era un gigante durmiente que el Medio Oriente acababa de despertar. Pero llegar a esa respuesta (la misma que se dio en la Segunda Guerra Mundial) conllevó un tiempo prolongado de lamentación y de luto. Lo mismo pasó en el mundo de los comics.

      Un mes después de la caída de las Torres, Dark Horse, Image, DC y Marvel publican una serie de libros conmemorativos donde sus héroes explican el por qué no pudieron parar el ataque contra las Torres Gemelas. Lo hicieron porque sabían que no podían engañar al lector o ignorar el evento, mucho menos cambiarlo. La mayoría de los héroes de Marvel viven en Nueva York. Spider-Man sólo podía parar el ataque sin mencionar que los Fantastic Four también viven en la ciudad. Pero no ocurrió, y los comics no podían pedir una suspensión tan aguda de la credibilidad de sus historias al hacer que sus héroes interviniesen en los ataques. No quedaba más que lamentar.

      En Amazing Spider-Man #36, escrito por Michael Straczynski, Spider-Man presencia la caída de las Torres. Al bajar a las ruinas, Spider-Man encuentra ciudadanos perdidos, dados al rencor de lo sucedido. De ese enojo nace el cuestionamiento del héroe, de su ignorancia. Spider-Man, contemplativo y derrotado, solo puede decir We didn’t know. Como única alternativa, Spider-Man pasa a ayudar a los policías y a los bomberos. En el proceso se da cuenta de que los héroes reales del evento no son seres con capas ni semi-dioses americanos. Son seres humanos que simplemente hacían su trabajo. Esta va a ser la fórmula de la gran mayoría de las historias conmemorativas del evento. Un héroe clásico reconoce, valida, el heroísmo del hombre común después de lamentar su incapacidad de no poder haber previsto el ataque a las Torres. De la falla del mito sale la validación del nuevo héroe.

 




      Ahora, quizás una de las historias más interesante suscrita a la fórmula le pertenece a Superman. Unreal, escrito por Steven T. Seagle, empieza de forma sencilla: recordándole al lector las habilidades de Superman. Puede ignorar los principios de la física, respirar en el vacío del espacio, volar contra todo sentido de lógica aeronáutica e inspirar a personas comunes a ser más de lo que son. Pero, en sus palabras, “the one thing I cannot do is break free from the fictional pages I live and breath…become real in times of crisis…and right the wrongs of an unjust world”. Estas líneas parecen reafirmar que el destino del héroe americano recae en un acto absoluto de lamentación, sin espacio para la acción o incluso venganza contra aquellos que hicieron de la nación una víctima.

     Es en este contexto que entra Ex Machina (2004-2010) de Brian K. Vaughan y Tony Harris, la historia de un héroe que repensó los límites de su trauma y los convirtió en una reacción de responsabilidad legal. La historia de un héroe que decidió asumir la responsabilidad que Superman nunca se atrevió tocar, la de ser alcalde de su ciudad.


 



     Según Jeff Geers, “the post-9/11 hero is stuck within the disaster (of the Twin Towers), working within the limitations of the system to rebuild and repair it”. De tal forma comienza Ex Machina. El comic cuenta la historia de Mitchell Hundred, un superhéroe que tiene la habilidad de hablar y controlar todo tipo de máquinas. Adquiere el poder tras encontrar un mecanismo extradimensional debajo del Brooklyn Bridge. El mecanismo explota y le da el poder a Hundred. Su origin story se atiene a lo real. Hundred se llama a sí mismo The Great Machine y su disfraz lo hace ver como un piloto. Usa un jetpack para volar. Su presencia en Manhattan crea el mismo debate que persigue a Batman, el de la necesidad de un vigilante que trabaje fuera de los parámetros legales del estado. Pero todo cambia cuando rescata una de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. The Great Machine se convierte en el héroe que el 11 de septiembre nunca tuvo. Antes del evento, en julio 4 de 2001, Hundred se había revelado como The Great Machine y había anunciado su candidatura para alcalde de Nueva York. Los ataques hacen que Hundred regrese a su disfraz. Su intervención eleva su campaña y en noviembre de 2001 es electo alcalde de Nueva York.

     Regresando a Geers, el héroe post-desastre es esencialmente impotente: es incapaz de prevenir el desastre pero tampoco puede corregirlo del todo. En efecto, el héroe se rinde ante las limitaciones reales del ser humano. La narración de Hundred afirma este punto. Hundred dice:
 

     I made it back to Ground Zero ninety minutes after I diverted the second plane…I tried 
     to help everyone who was trapped by the fire. I tried to convince the jumpers to hold 
     on, but…but people don’t listen to the goddamn “Great Machine” the way…Whatever, I 
     tried to catch them, but there were so many. I’m not that fast, not that strong.

     Hundred prefiere recordar su intervención como una fallida en vez de una digna de la figura que representa. El que rescató una de las Torres no importa. El lamento por la que calló es más importante. Por eso Ex Machina sugiere que después de 9/11 parece irresponsable esperar que el superhéroe lo arregle todo. El héroe post-desastre no puede reparar una cultura traumatizada. Su ideal utópico cae ante la realidad de su humanidad. Matthew Wolf-Meyer dice, “superpowered attempts at utopia fail not due to a weakness of the superhero, but because the superhero is basically a representative of conservative social order”. 

 


       Siguiendo lo expuesto por Wolf-Meyer, Ex Machina supone el reconocimiento de un superhéroe que no puede seguir representando el ideal utópico de seguridad continua al que se adscriben los héroes clásicos de Marvel y DC. Al representar un orden social conservador, el héroe tiene que subyugarse a una representatividad mayor encontrada en los mecanismos del estado y en los puestos que lo mantienen funcionando. En efecto, el gobierno es la única máquina fuera del alcance de los poderes de The Great Machine. Por eso el personaje acoge el puesto de alcalde como su nuevo alter ego. Sin él es un ciudadano más y como The Great Machine no puede realizar los cambios que la ciudad requiere. (Por eso, por ejemplo, la guerra que declara Batman contra el crimen es eterna, porque Batman solo reacciona ante el problema, no lo intenta cambiar a un nivel fundamental. Atacar el problema de raíz implicaría que Bruce Wayne se insertara en una posición de poder político. Significaría el fin de Batman.)

      Ahora, Hundred tiene una relación bastante problemática con sus poderes después de ser electo. En uno de los story arcs del comic, Hundred contempla cancelar una protesta anti-guerra convocada para el área Downtown de Manhattan. Después de 9/11 congregaciones sustanciales de gente en un lugar determinado se consideran una situación de riesgo, un posible blanco para un ataque terrorista. Hundred decide no cancelar el permiso. Cabe destacar que Hundred es pintado como un centrista bastante inclinada hacia la Izquierda. Entre las situaciones que desata encuentra el matrimonio de una pareja de bomberos gay, la legalización de la marihuana (que acaba de forma ambigua pero revela que Hundred la fuma) y la censura de una obra de arte que tiene la palabra “nigger” sobreimpuesta sobre la figura de Abraham Lincoln. Cada controversia resulta en una victoria liberal, pero los discursos desenterrados del diálogo gravitan más hacia el centro. Hundred mantendrá que todo es cuestión de balances. Unas libertades no pueden atentar contra otras.

 



      En el caso de la manifestación anti-guerra Hundred sufre la consecuencia de ser un liberal muy utópico. Una bomba de gas tóxico explota en la demostración y muere una cantidad preocupante de manifestantes. El ataque hace eco en las ansiedades que salieron del 11 de septiembre y Hundred ahora tiene que pensar como gobernante en vez de superhéroe. De ese pensar sale el que la ciudad, bajo órdenes de su alcalde, adopte una política limitada de surveillance. Cada estación de tren contiene una cámara digital que identifica posibles sospechosos. Pero el esfuerzo no rinde fruto. Hundred decide retornar a sus poderes como excepción a la regla que él mismo se impuso al ser electo, la de no intervenir como The Great Machine mientras esté en poder. Hundred atrapa al responsable, un residente legal de la ciudad que declara sus intenciones de culminar lo que Hundred interrumpió el 11 de septiembre. Pero el arresto del terrorista resulta en una victoria vacía, una repetición a menor escala del 11 de septiembre. Hundred no previene el ataque, su reacción viene después de la violencia. Tal parece que el espectro de la Torre que no rescató aun persigue a Hundred, estableciendo paralelos entre su incapacidad de prevenir otro ataque y la mentalidad que hizo posible la falta de acción que caracterizó los eventos del 11 de septiembre. La moral de la historia parece ser que después de 9/11 cada acción heroica es seguida por una reacción inversamente destructiva. El comic reafirma la impotencia del héroe y valida su decisión de abandonar el disfraz por uno que más fielmente representa los límites de nuestra humanidad.
 


      En fin, Ex Machina termina siendo la historia de un héroe que sale del lamento post-traumático de la caída de las Torres Gemelas. Sus acciones son medidas por traumas y ansiedades culturales que hicieron del superhéroe americano una víctima más del ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001. The Great Machine fue un héroe más que fracasó. Un héroe que aunque responde al lamento de Superman de no poder salir de las páginas a rescatar a su lector reacciona ante la ficción de su condición al elevar su lamento a un nivel de autoridad más problemático. El héroe post-9/11 no tiene capa. Usa corbata y chaleco y es electo por el pueblo. Ahora es parte del gobierno y nace de un mito nuevo que exige que sus héroes sean víctimas perseguidas por las sombras de las Torres Gemelas.

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